lunes, 2 de febrero de 2015

Recuerdos de los CAMPOS DE CONCENTRACION

Vivencias en la memoria





Ahora que rememoramos Auschwitz y el aniversario del holocausto y campos de concentración nazista, es de recordar también los Campos de Concentración españoles del franquismo.

Mi padre estuvo recluído en uno de ellos.
Esta es la historia, según los relatos escuchados:
El llamado "Alzamiento Nacional" por sublevación de Franco contra el gobierno legítimo de la República Española, sorprendió a mi padre Sotero Mayobre Ardá, navegando por Inglaterra.
Sin pensárselo dos veces, junto con otros embarcados vino para España y se puso a disposición de la República.
Lo movilizaron, primero para Madrid donde estuvo de Guardia de Asalto y luego, al ir replegando el gobierno para Valencia, lo destinaron allí.
Entre las pruebas físicas que le hicieron para ingresar en la Guardia de Asalto estaba la de tirarse y volver a un camión en marcha. y también la consigna que mi padre repetía con frecuencia: "Paso corto, vista larga y mala intención, siempre".

Con el triunfo de los sublevados, fue detenido, preso y confinado en el habilitado-- con la aquiescencia de la Iglesia Católica --, Campo de Concentración del Convento de la Cartuja de Port Coeli en Alicante (Valencia)

En 1939, después de la Guerra Civil Española, los terrenos del Convento de la Cartuja albergaron un campo de concentración con hasta 4.400 presos republicanos. El recinto del antiguo campo de concentración es hoy ocupado por el Hospital Doctor Moliner. Se calcula que 2.238 personas fueron fusiladas allí en 1939. En realidad muchos de los fallecidos en el campo de Port Coeli por tuberculosis fueron fusilados, según consta en el registro civil de Serra.

Según los testimonios orales recogidos entre antiguos detenidos - entre ellos mi padre -, en el campo de concentración pasaron las penurias y vejaciones de los "triunfafores".
El trato recibido allí por los "prisoneros de guerra" era inhumano. No había comida, pasaban hambre, llegando a comer raíces.

Un ejemplo de ello es que la comida que los familiares con mucho esfuerzo les enviaban la mayor parte de las veces era quemada.
El proceso se llevaba a cabo a través de una ceremonia o ritual cruel que consistía en sacar a los prisioneros al patio, hacerlos cantar el Cara al sol con el brazo en alto mientras presenciaban como todo lo que habían recibido de sus familias era rociado con gasolina y se le prendía fuego entre las burlas de los militares carceleros.

Todavía conservo, pero no lo encuentro ahora, el salvo-conducto del viaje en tren desde este recinto de prisioneros hasta Ferrol, a donde lo devolvieron sin una peseta y con un expediente delictivo de "antipatriota levantisco", que le marcaría ya para siempre durante la negra Dictadura.


























Romayo de Chanteiro

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